domingo, 9 de diciembre de 2012

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un dios prisión ha sido;
venas, que humor a tanto fuego han dado;
médulas, que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

2 comentarios:

  1. No me gustó mucho. Pero rescato una precipitación, la transición que se cierra hacia la oscuridad y mediante ella vuelve al blanco día, desprendiéndose de las cicatrices, acaso también ésa sea un amor, una contrariedad que ahora va desfasada en el nuevo rumbo.

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