lunes, 31 de octubre de 2011


Si a la pelambre de los güeldos lía, caparazón de anís, la sobreceja,
enarca sus trebejos un aceite de alambre. El encarnado pie, si avanza,
atrácase, en la remolina de los pliegues, en los pegasos de limozul
asaetinados en el brete, que se emberretan en el vuelto: el derrame de
flejos sobre las cejas almendradas. Almena, almena da a castillo sobre-
ceja que si líquenes vierte sesgo aceza. Jadea, en esa almena, el casti-
llejo regodeante, el zalameo de las tejas en el peje jaspeado del alambre.
El cinto, de las cinchas, en el empeine terciopelo casca las limbas del
jabón. El vierte, si prepucio, sobre la lima azul el atorrante jopo de
la jarcia, el limonero de la leche en el dije de chambre. La chambona,
campera, campechana, si se olvidaba la campana, era por acezas las
ristras del jadeante, esterillarlo en cremas de calambre, en paniazul
nostalgia paniaguada de un desagüe rellano. En esa incertidumbre,
vespertina, del jadeo al masaje, del raye del Luis XV en la manguera de
la calle, jopo, esa aspereza de la chapa, guiño, el parpadear errante y fijo.
Renguea al ramonear la pestaña de nylon de la mirada que se aplasta.

domingo, 30 de octubre de 2011


Tengo ha veinte años en la carne hundido
-y es caliente el puñal-
un verso enorme, un verso con cimeras
de pleamar.

De albergarlo sumisa, las entrañas
cansa su majestad.
¿Con esta pobre boca que ha mentido
se ha de cantar?

Las palabras caducas de los hombres
no han el calor
de sus lenguas de fuego, de su viva
tremolación.

Como un hijo, con cuajo de mi sangre
se sustenta él,
y un hijo no bebió mas sangre en seno
de una mujer.

¡Terrible don! ¡Socorradura larga
que hace aullar!
El que vino a clavarlo en mis entrañas
¡tenga piedad!

Al mismo tiempo la escena que le ofrecía ante ellos giró hacia él, como la blanca mano amenazadora de un policía de tráfico; pensó que sólo con extender los dedos podría tocar al médico que trabajaba en el lado derecho de la mesa, cosiendo la incisión, o a la enfermera que enyesaba y vendaba al paciente, o que quizá extendía la sábana sobre el cuerpo; y a estas horas de cegadora luz boreal, le pareció que todos estos vendajes eran sucesivamente rasgados y aplicados sobre su propio lacerado espíritu.


¿O acaso estaba muerto? ¡Ajá, mira cómo el cirujano hace la incisión en el pie del cadáver! ¿Y después qué, Nostradamus? ¿Brotará la sangre? ¿O se habrá coagulado en algún órgano vital? ¡Sangra, muerto, sangra!, tranquiliza al pobre cirujano, para que no tenga que emborracharse y sufrir las convulsiones y alucinaciones del delirio; el horror a las ratas, los molinos que giran sin cesar y los Orange Bitters; sangra para que en verano él no llegue a pensar que incluso la misma Naturaleza está acribillada por el desasosiego, la ardilla neurótica y los gorriones que picotean el estiércol por el que el mulato, el criollo y el cuarterón han galopado envueltos en una nube negra de polvo; sangra para que él no tenga que pensar cuánto más bellas son las mujeres cuando agonizas, y cómo se contonean bajo los árboles que languidecen, sus pechos agitándose como capullos mecidos por un viento cálido; sangra para que no tenga que oír el aguijón de la conciencia, ni los lamentos de seres imaginarios, ni ver durante toda la noche, en las persianas, a los malos espíritus…

sábado, 22 de octubre de 2011

En aquél compendio el fatídico arrastrar de pies que ni disminuía y no se alejaba, en una galopa abstracta de métrica lisonjera acusaba mi percepción acreeyéndome del divino juicio.
A veces parando sin dejar de, -como un encantador sin serpientes atisbando insectos para su abyecta sinfonía- efectuar el metrónomo de rayos luz, golpeándome iris y párpado sin prescindir del destapado pestañeo, dejando la sonora luz y el fatigoso ritmo de pasos, chinchineros puntapiés de compases de los que no fecunda el verbo. Desasosiegos de ideas ya compactadas e inmersas en el eco.
Cansado ya de la intriga en busca de las huellas de aquel marchar sin ganas, dejé ese balanceo estúpido que estrepitosa y burdamente daba el contacto tierra de suela inverosímil con el suelo, desdichado a no merecer una respuesta ante el abismo de la imagen omni-colora y en leve éxtasis fui devuelto a la mundana realidad de un arrebato donde Carmen Gloria me acordaba el desagravio que le infligía verme revoloteando el pié contra el suelo en acto seguido.

...Y de quién son esos pasos!? callenlos ya!

miércoles, 12 de octubre de 2011

  • How, then, am I mad? Hearken! and observe how healthily —how calmly I can tell you the whole story."


  • Passion there was none. I loved the old man. He had never wronged me. He had never given me insult. For his gold I had no desire. I think it was his eye! yes, it was this! He had the eye of a vulture —a pale blue eye, with a film over it. Whenever it fell upon me, my blood ran cold; and so by degrees —very gradually —I made up my mind to take the life of the old man, and thus rid myself of the eye forever.

jueves, 6 de octubre de 2011

Ojala la providencia perdone a mi corazón por el imaginario adulterio, la infidelidad por adelantado, a causa de creer en inventos ante cualquiera remitiendo en mi karma el fin de la ilusión venidera.
Pero cuando llegues, no podré decir que he esperado ni mucho menos lo contrario, porque sólo he sido indigno de buscarte, indigno de imaginarte con la realidad de que existes llenándome contigo sin conocerte,  más bien tapándome.
-Antes y después casi en ritmo de aventura, sintiendo el hidalgo del guerrero y el recuerdo no vivido.
Sigo al pretexto del desagrado de emitirlo, pero perdóname, impulsivamente perdóname de haber deseado a quien no quise, haber querido a quien no debía.
 Tú la culpable, menoscabándome de ser asechando mi identidad, en un juego que ya dejó de ser quien busca al otro en la obscuridad sino, quien degolla al otro primero.
No sé por qué tal afecto y desagravio entre mezclando el olor de mi saliva cuando de ti voy hablando, tal ves no existas, porque tal ves no existes e inconexamente la prohibición que impone la realidad me hace quererte o tan sólo el silogismo que yo te creé antes de conocerte, o ¿cómo explicarías el que hayas existido sin quien te describiera, sin quién te haya visto con mis ojos o sin apreciarte mi razón?